Una de las peculiaridades de vivir en un país pequeño es que te despistas un momento y ya te has salido de él. Para cuando te quieres dar cuenta, estás en cualquier república bananera. Hoy mismo, por ejemplo, me llegó la hora de comer y resulta que estaba en Francia. Así que he comido muslo de pollo, porque no sabía decir pechuga. Eso sí, también un paté, el más raro que había. Y de postre, queso, también el más raro que había.
Eso me acaba de recordar que no había puesto la foto de las migas que hizo Raquel el domingo pasado. Con chorizo, pimientos y melón; ingredientes todos de España pero comprados en Bélgica. Y comimos los dos de la misma sartén. Lo llaman globalización.
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