22 feb 2009

Bombay - Dic'08 - 05.Mercado

Jueves 18 de Diciembre de 2008
Mercado

El tiempo pasa volando y son más de las cuatro. El avión en el que llegan Başak y Nobori llega a las siete y tenemos que irles a buscar al aeropuerto. Pero aún queda algo de tiempo para comprar unas sandalias para Rakel. Dice Sampath que iremos a la zona donde Andrés, Andy, Kazuna y Marta se compraron los vestidos y así recogeremos los de éstas que ya deben estar arreglados. Ellos llevan varios días en el Norte visitando NuevaDelhi y el Taj Mahal. Llegarán hoy por la noche.

Como era de esperar tardamos una eternidad y cuando recogemos los vestidos ya está anocheciendo. Esta tienda es algo más normal, entendido en el sentido de más parecido a una tienda europea u occidental. Eso sí, nuestra presencia vuelve a causar sensación ya que dependientes y clientes nos miran con gran curiosidad. La calle está oscura pero llena de actividad. Por todos lados hay puestos ambulantes. Se podría decir que hoy hay mercadillo pero me temo que esto es siempre así. No hemos comido nada desde esta mañana así que en uno de los puestos compramos unas "hamburguesas indias", un pequeño bollo de pan con un relleno hecho a base de patata con una salsa de tomate picante. Exactamente, "muy indio". Nada de ternera y mucho picante. Estoy hambriento y esto está muy bueno. Creo que me voy a pedir otra. Rakel se ha comprado unas sandalias doradas en uno de los tenderetes. No se cuántas Rupias cuestan pero al cambio salen por 1€ aproximadamente. Otra de las cosas que tenemos que probar, dice Sampath, es el agua de coco. En una esquina hay un tío abriendo cocos; son cocos que aún no están maduros. Tienen una cáscara grande y verde. Los abre por arriba, les pone una pajita y por 20 Rupias tienes un refresco barato. Rakel me advierte, ya que ha oído que esta es una de las cosas que dan diarrea a los turistas. Así que bebo, pero con aprensión. El agua de dentro es dulce, con sabor a coco evidentemente, cosa que a mi no me va mucho. La pulpa es blanda, su sabor y textura me recuerda a las almendras que se comen cuando aún no están maduras, las allozas.

De vuelta hacia el coche paramos a comer algo más en otro puesto. Un padre y su hijo preparan otro bollo de pan con algo dentro. El padre abre el pan y lo llena con cebolla, cacahuetes troceados y una pasta roja que coge de una sartén y que está hecha, al parecer, de tomate, pimentón, guindilla y otras especias. Luego lo cierra y lo pone en un plato metálico que está sobre un fogón de camping gas. De vez en cuando le añade un poco de mantequilla para que no se pegue. El hijo los va sacando del fuego cuando están listos y los sirve en un trozo de papel de periódico. Después de casi dos años viviendo en el Reino Unido me da por imaginar qué pensarían los británicos si viesen según qué cosas, como por ejemplo, vender comida en un puesto ambulante sin ninguna garantía sanitaria; pondrían el grito en el cielo y le cerrarían el negocio al tío por veinte motivos: que si no hay refrigeración, que si los cacahuetes no son de comercio justo, que si no tiene esto, que si le falta de aquello, que si un menor implicado... "Oh my God!", que si la botella del camping gas no ha pasado la revisión anual, que si la tinta del papel de periódico,... Pero por suerte no estamos en UK. ¡Qué descanso! La verdad es que sabe muy bien pero también pica bastante. Los cacahuetes le dan un toque muy bueno.


Atardece de camino al aeropuerto
Después de otra hora peleando con el tráfico llegamos al aeropuerto. Başak y Nobori ya están allí, llegaron hace media hora. Vienen desde Japón para asistir a la boda solamente. De hecho, se marcharán el mismo domingo por la noche. El que piense que Japón queda relativamente cerca de la India que mire el mapa. Supongo que a Sampath le llena de orgullo que llegue gente de varios rincones del planeta para su boda.

Ponemos rumbo ahora al hotel donde se hospedarán. El que reservamos esta mañana. Parece más bien un albergue juvenil o un hostal. Pienso que por lo menos será barato. Como para el fin de semana el piso donde nos estamos quedando nosotros está reservado, nos mudaremos también a este hotel el sábado.

Es ya tarde y todos estamos hambrientos así que nos vamos a un sitio cerca al que solía ir Sampath cuando vivía aquí. Esta vez, también comida india como no. El sitio está en lo que parece una gran avenida; coches van y vienen en ambos sentidos, en el centro de la calzada, grandes vallas ocultan las obras del metro a todo lo largo de la calle. Por supuesto, trabajadores sin casco ni guantes, con unas simples sandalias o descalzos se parten el lomo en unas obras que no paran ni de noche. Para beber yo quiero una Kingfisher, otra vez. Para comer, Sampath pide algunos entrantes de carne asada y un plato típico del sur de la India: una especie de obleas o tortas muy finas hechas con arroz, que se rompen y se mezclan con una salsa de sabor a curry.
Sampath al teléfono tras una Kingfisher
Durante la comida, Başak, que es de Turquía, nos cuenta como le va ahora que lleva apenas dos meses viviendo en Japón. El tiempo pasa muy rápido para todos. Sampath recibe una llamada al móvil. Son Andrés, Marta,Andy y Kazuna que ya han aterrizado y preguntan dónde estamos. A los pocos minutos aparecen en el restaurante. Llegan cansados, con las mochilas a los hombros. Pedimos algo más pero no comen mucho ya que llevan casi una semana a base de comida india y sus estómagos empiezan a quejarse. De todas formas, pasamos otro buen rato en el restaurante escuchando su viaje por Delhi, Agra y el Taj Mahal y viendo las fotos en sus cámaras.

Es hora de volver a casa y en el coche de Sampath no cabemos todos así que decidimos hacer el reparto siguiente: En el coche de Sampath irán, además de las mochilas, Başak y Nobori, a los que dejarán en el hotel, y Marta y Kazuna. Ellas también se quedan en el apartamento donde estamos nosotros, al lado del de los padres de Sampath en Customs Colony, Powai. Así, Rakel y yo y Andy y Andrés iremos para allá en sendos tuc-tuc. Los cogemos en la misma puerta del bar. De hecho, son los mismos empleados del bar los que salen a la calle a pararlos para nosotros. Le hacemos entender a los conductores que tienen que ir juntos. Le digo la dirección a nuestro conductor que murmura algo y hace un gesto con la cabeza. No tengo ni idea de si se ha enterado a dónde queremos ir. Yo le repito por si acaso: "Powai, Powai". Sampath, antes de irse, nos explica cuánto debemos pagarle: lo que marque el "taxímetro" menos uno y luego multiplicado por uno y medio porque es tarifa nocturna. Comienza la carrera.

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