28 ago 2004

El hombre de cristal y el gnomo de jardín


El hombre de cristal se pasea por Montmartre. Camina tranquilo disfrutando de todo lo que allí se le ofrece. No tiene hambre pues comió un gofre junto a la torre Eiffel hace un rato. No tiene sed pues la sació con una buena jarra de Grog en el café que hay al lado de donde ahora se sienta, dispuesto a cambiar el destino y la vida de alguien. Ya sabemos como trabaja el hombre de cristal. Sus gestos son sutiles y delicados, sus actos dan la impresión de no tener consecuencia alguna, como si él y todo lo que hace pudieran pasar desapercibidos hasta para el más hábil observador. Es por esto que necesitamos estar muy atentos y mirar sabiamente. Nos quedamos junto al tiovivo que hay debajo del Sacre Coeur haciendo ver que esperamos para montar. Él esta un poco más arriba, en los bancos que hay en el primer rellano de las escaleras:

Esta vez se trata de un gnomo de jardín. Nuestro hombre se queda pensativo por unos segundos, parado, inmóvil, como la calma que precede a la tempestad, como la calma en un navío en un día sin viento. Y de repente, actúa:

Le da de comer a una paloma que se acerca decidida a por las migas de pan cuando un perro la ve venir y como le tiene manía porque antes se le cagó encima se pone a ladrarle así que el niño que está sentado en su carrito se pone a llorar asustado y su madre da un salto para cogerlo en brazos con tan mala suerte que la falda se le engancha en una esquina del banco donde está sentada haciendole un siete que tiene que coser pues necesita esa falda para mañana resultando que no tiene el hilo del color apropiado y ha de ir a comprarlo lo que le hace perder tiempo y llegar tarde a su trabajo donde el jefe le echa la bronca y así ella ya no está acertada en sus funciones como contable de la empresa lo que hace que los valores en bolsa de la misma caigan de repente sorprendiendo a un particular que mira los valores en internet de los cuales tiene parte importante que ahora se han reducido haciendo que él dé un manotazo sobre la mesa que derrama la taza de café manchando a un compañero suyo el cual pasa rápido sin detenerse casi a limpiarse pues sale de viaje en seguida y va a perder el vuelo en el que viaja una señorita que al ver la mancha de café en su camisa le recuerda a una mariposa de juguete que tuvo cuando era niña y que cuando baja del avión caminado por la calle hace que se detenga a mirar un escaparate de una tienda de juguetes antiguos en la que el dependiente la saluda desde dentro y la invita a entrar provocando el efecto contrario pues ella reemprende la marcha no sin antes tropezar con una figura que hay en el suelo.

El gnomo de jardín sale despedido y cae rodando calle abajo hasta que pasa por debajo de una almáciga. Se incorpora y mira alrededor. El gnomo de jardín ha caído en un jardín. El gnomo de jardín ya no viajará más porque, como todo el mundo sabe, los gnomos de jardín donde quieren estar es en un jardín.

El hombre de cristal, sin separar el pincel del lienzo, sonríe. Encuentra su pintura algo sosa y ha pensado que quizás debería poner algo de rojo sobre tanto tono verde.

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