25 ene 2009

Bombay - Dic'08 - 03.Los parias y el té con jenjibre

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Jueves 18 de Diciembre de 2008
Los parias y el té con jenjibre

El ruido del tráfico y la luz me despiertan. Hace calor. Anoche dejé las cortinas abiertas para que entrase un poco de aire. Las ventanas están permanentemente abiertas pero tienen una mosquitera. Quizás debería echarme el repelente de mosquitos por si acaso. Se oyen niños jugando en la calle; siempre hay niños jugando en la calle. Las horas de colegio no son tantas como en occidente; creo que la educación primaria es durante la primera mitad de la mañana y la secundaria durante la segunda mitad. Esos son los afortunados que van a la escuela, el resto no es que estén siempre, es que viven en la calle.

Sampath llega a las diez. Trae un poco de fruta, no sé cual. Tiene sabor tropical, algo como el mango pero el color y la textura parecen más el de la sandía. Dice que hoy daremos una vuelta por la ciudad y trataremos de encontrar un vestido y un traje para poder ir a la boda. Nos recomendó no traer traje de boda occidental. No hay ninguna razón especial, simplemente pensó que ya que íbamos a asistir a una boda india, sería más divertido si lo hacíamos con un vestido tradicional, que es como irá vestida la gente. En seguida estamos listos para salir pero llaman a la puerta. Abro. Una mujer mayor entra sin mediar palabra. Lleva un vestido típico indio (sari) azul y fucsia que contrasta con su piel morena. Por la mirada de Sampath deduzco que es la mujer que limpia el apartamento. Él mismo nos sugiere que nos quedemos un rato hasta que ella termine. Incluso nos recomienda que no dejemos cosas de valor a la vista. Sentado en el sofá, veo a la mujer al otro extremo del pasillo sacudiendo la alfombra de nuestra habitación. En cada sacudida levanta una nube de polvo inmensa. Me digo: ahora viene cuando sacude el cobertor de la cama, pero no. Se ve que eso no toca hoy. Barre con una escoba de ramas, sin palo, como esas que había en casa de mis abuelos cuando era pequeño (quizás quede alguna por ahí perdida). Sampath, Rakel y yo esperamos. Para pasar el rato, Sampath nos entrega la invitación de boda. No es que tenga que invitarnos formalmente pero sabe que nos hará ilusión guardarla como recuerdo. La entrega de la invitación tiene su protocolo: me la ofrece tomándola con ambas manos; yo la recibo de la misma forma; entonces, él se inclina haciendo una reverencia para tocarme los pies; yo respondo posando mis manos sobre su cabeza para que él finalmente se alce de nuevo. No soy un especialista en la materia ni tengo un interés especial por ese trozo de papel pero la invitación es la más chula que he visto. Mucho menos cursi y más elegante que las que estamos acostumbrados a ver.

Después de barrer toca fregar. Con un trapo empapado en agua y de rodillas. Yo flipo. Joder, la fregona no es un utensilio tan complicado. Yo lo paso mal viendo a la mujer fregando así. Por mucho que India haya abolido oficialmente el sistema de castas en su constitución, me da la impresión de que oficiosamente sigue en vigor, especialmente para los dalits (parias). Cuando la mujer termina, cerramos nuestra habitación con un candado en la puerta ya que la llave del apartamento la guardan en la garita del conserje.

Vamos en el coche de Sampath a la agencia de viajes en la que va a reservar el hotel para todos para el fin de semana (por lo visto, el apartamento para huéspedes donde nos estamos quedando estará ocupado). La agencia de viajes está en una especie de centro comercial o galería en horas bajas. Ahora en la calle me siento observado. Descubro que todo el mundo me mira. ¿Es que no han visto nunca a un occidental? Y ya no hablemos de cómo miran los tíos a Rakel...¡Es que no se cortan ni un pelo! Se les va a salir el cuello. Hotel reservado: Benzi Palace. Está cerca del aeropuerto. Volvemos para casa, pero antes nos paramos en un puesto a tomar un té (masala chai).
Tomando masala chai en la calle
Por cuatro Rupias (0.06€), un vaso de tamaño chupito con un té con leche al que noto sabor a jengibre. La gente se arremolina alrededor del puesto ambulante. También venden una especie de bollos con algo dentro. Yo quiero probarlos pero me da cosa. Empiezo a pensar en todas las enfermedades que potencialmente un occidental puede pillar en estos sitios, en las vacunas que me he puesto antes de venir y en las que no. Efectivamente, Sampath me dice, sin más explicación, que ahí no. Que ya probaremos la "hamburguesa india" en otro sitio.

Dejamos el coche de Sampath en su casa. Van viniendo cada vez más familiares a la boda y quizás su padre vaya a necesitarlo para llevarles por la ciudad. Otro coche, ahora con conductor incluido, nos espera en la puerta. Lo ha contratado para que estos días nos lleve a todos a donde queramos. Me pregunto cuánto costará. Si es caro me parecerá mal por el derroche, si es barato también por pagarle tan poco al conductor. Si sabes de antemano que la respuesta no te va a gustar, no preguntes.


Detalle del interior del coche
Volvemos a sumergirnos en el tráfico de Bombay. Tiene gracia que en un lugar donde hace tanto calor, tengan el interior del coche completamente forrado de terciopelo. Que el terciopelo sea de color naranja es lo de menos. El coche avanza a trancas y barrancas en el atasco. ¡Vaya lío de calles! No tengo un mapa de la ciudad y me gustaría saber por dónde nos estamos moviendo. Sólo sé que andamos por el norte y centro de la ciudad. Rakel por un lado y yo por el otro intentamos fotografiar las calles: los coches, las tiendas, las vacas, la gente,... Sin mucha suerte pues todas salen movidas. Me siento como si fuese de safari fotográfico.

Tras recorrer calles y calles durante más de una hora llegamos a un barrio que parece de mayoría musulmana, a juzgar por la vestimenta de la gente. En una de las calles, el coche gira y entra en una especie de patio. Dice Sampath que ya hemos llegado así que busco con la mirada algo parecido a una tienda de ropa. Se ve un muro alto a la izquierda y un edificio que parece abandonado a la derecha. El suelo está sin asfaltar. Un par de hombres, sentados en un rellano, miran la vida pasar. En el edificio de la derecha se ve un pasillo del que viene ruido de máquinas, como de prensas o de carpintería metálica. Es por ahí, dice Sampath. Le seguimos.

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