9 y 10 de Agosto de 2012
Hemos reservado en el refugio des Cosmiques. Sólo dormir y desayuno (32.50€). La cena nos la llevaremos nosotros. Total, desde l'Aiguille du Midi al refugio apenas hay una hora de camino y casi todo de bajada, por llevar un poco más de peso no pasa nada. Cargamos sobretodo agua, 2 litros cada uno, que en esos sitios, ya se sabe, es bien cara.
Son alrededor de las tres de la tarde, un día de sol y calor en Chamonix cuando nos disponemos a coger el teleférico. No hay mucha cola a estas horas. Pero la cesta va llena, mitad turistas y mitad alpinistas. En los momentos previos a una salida de este tipo estoy, no nervioso, pero algo tenso. La adrenalina ya está corriendo. No más bromas a partir de aquí. Estoy concentrado, no quiero que nada salga mal, pero sé que hay cosas que escapan a mi control. Sé que me la estoy jugando pero hago como que no.
Mientras nos preparamos en el túnel que da salida a la arista, una familia se detiene junto a nosotros y nos pregunta que a dónde vamos. -Al Montblanc- y ellos todos lanzan un "
ohhh". El niño nos mira con cara de admiración. Yo pienso en decirle:
mira nene, ahora mismo tengo que bajar por esa arista de los cojones por la que no cabe un duro de canto y estoy cagado de miedo pero le voy a echar cojones y no me voy a caer porque si me caigo me mato fijo, ¿lo entiendes? así que menos cara de admiración y algo más de compasión. Pero no le digo nada. Ese crampón, un poco más fuerte, no se vaya a soltar.
En medio de la arista un guía gilipollas con dos clientes subiendo que no se espera a que nosotros bajemos la parte más estrecha. Frente a frente, a ver quien es el listo que se echa para un lado. "
C'est a vous de vous emmerder!" me suelta el cabrón. ¿Por qué esta gente se cree que la montaña es suya? Hay muchas
tiendas plantadas en el valle, la tarde es magnífica y el Tacul se ve impresionante desde aquí.
El refugio des Cosmiques (3613m) parece bastante nuevo y es, como siempre en la montaña, muy acogedor. Esta vez vamos a tener cama de verdad y no dormiremos en el frío suelo. Nos sentimos como clientes VIP. El desayuno se servirá en tres turnos diferentes: a la una, a las tres o a las cinco de la mañana, según cada uno quiera. Nosotros cogemos el de la una. Primero porque prevemos que mañana será un día bastante largo y segundo porque si alguna de la gente de nuestra habitación se va a levantar a esa hora, no nos va a dejar dormir de todas formas, ¿no?
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Puesta de Sol desde el refugio des Cosmiques
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A la una de la mañana, es difícil salir del saco, pero a esta altitud, uno no duerme ni descansa lo mismo que a nivel del mar, por lo que tampoco sirve de mucho quedarse más ahí tumbado. Hay noche estrellada y después de una café y un poco de pan, no hace tanto frío como pensaba ahí fuera. Desde aquí, a 3613m, habrá que superar unos 1500m de desnivel acumulado hasta llegar al Montblanc a 4810. Primero encaramos el Tacul. Enseguida me doy cuenta de que las pilas de mi linterna se están agotando y no veo nada. No hay luna. Así que me pego a Pedro todo lo que puedo para poder ver por donde piso (no vayamos a pisar la cuerda como siempre). Al cabo de una hora o así su linterna empieza a flaquear también. Joder, acabamos de empezar y aún quedan horas antes de que se haga de día. La cordada que va delante nuestro avanza a un paso mucho más lento que el nuestro, pero casi sin luz y en mitad de la pendiente es casi imposible adelantarles. Así que vamos charlando y un poco de cachondeo. También rajamos del curro. Cruzamos un par de rimayas sin mucha dificultad y dejamos el serac de la parte de arriba a nuestra izquierda. Parece que este año está más grande. Alcanzamos el collado en hora y media y como premio bebemos un poco de Aquarius :)
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Subiendo el Tacul de noche, esperando a la cordada de delante |
A partir de aquí el camino desciende suavemente y nos da un respiro. A estas alturas Pedro ha conseguido encontrar las pilas de repuesto que llevaba sin que se le congelen los dedos. ¡Hágase la luz! Pero pronto vuelve la subida, esta vez, para encarar el Maudit (el temido monte maldito). Un grupo de italianos descansa a los pies de un enorme serac; quizás aquí fue donde hubo la avalancha el mes pasado, pienso. Nosotros seguimos; no es un sitio seguro para pararse. De vez en cuando echo la mirada arriba: a lo lejos veo montones de linternas pero no en la habitual hilera que serpentea montaña arriba. Están esparcidas a lo ancho. Están estáticas. ¿Qué pasa, allí, más arriba? Es imposible saberlo. No se ve nada.
Tras un tiempo más de subida se empiezan a perfilar figuras a lo lejos. Ahora ya lo entiendo: la gente está esperando turno para subir por la zona más difícil de todo el recorrido. Estamos llegando al último tramo de la subida que da acceso al collado del Mont Maudit. Sigue estando completamente oscuro así que sólo puedo describir lo que veo en unos cinco metros a mi alrededor. Nos encontramos junto al resto de cordadas a los pies de una rimaya que se extiende en horizontal unos 10m. Ésta da lugar a una pendiente de hielo de unos 50-55 grados de inclinación. Por lo que hemos leído sabemos que es de una longitud de unos 50m o más, pero es imposible verlo. Hay una cuerda fija por la que suben algunas cordadas. Otras, las que van con guías, esperan a que el guía se encarame primero por alguno de los flancos y les tire una cuerda a sus clientes para que suban con seguridad. Los trozos de hielo desprendidos por la gente que está subiendo caen con violencia sobre nosotros. Esperamos nuestro turno en la cuerda fija. Pero en la montaña ya se sabe, en cuanto te paras cinco minutos te da frío. Y qué frío a 4000m. Así que te empiezan a entrar las prisas por subir.
Pedro sube primero y yo espero. Tras unos minutos, el largo de cuerda que llevamos entre nosotros se agota. Desde los pies de la rimaya ya no puedo ver a Pedro. Tampoco puedo oírle. Tengo mucho frío y empiezo a escalar la rimaya. El hielo está duro pero los piolet que llevo lo muerden con fuerza. Un resbalón aquí y no hay manera de parar. Sólo espero que no se desprenda la placa de hielo sobre la que estamos. Se escuchan las voces de la gente en todos los idiomas. Trozos de hielo siguen cayendo como cuchillos. Espero que no me dé ninguno. Hay demasiada gente. Esto en un sálvese quien pueda y me doy cuenta de que aquí nadie va a ayudar a nadie. Así que estamos él y yo para salir de aquí. Veo un guante pasar cayendo a mi lado. Pienso: por lo menos no lleva mano dentro. Esto es el desembarco de Normandía. Con todas las prisas he cometido un error importante: a pesar de ir asegurado a la cuerda fija, no me he dado cuenta de que Pedro está a punto de llegar a unas rocas donde puede asegurarse y asegurarme a mí desde ahí. Pero no le he dado cuerda y no puede llegar si yo no sigo subiendo. Yo ya estoy metido en el fregao de pies y manos por lo que ya no le puedo dar cuerda. Durante unos cuantos metros, ambos subimos a la vez. Si alguno cae, quedaremos colgados en contrapeso. No es lo ideal pero menos es nada. Ya juntos en una reunión en las rocas veo que Pedro tiene sangre en la cara. Un buen trozo de hielo desprendido de más arriba le ha dado en la cara mientras subía. Pero parece que no es grave.
Una vez se llega y se superan las rocas, queda otro tramo un poco más corto antes de llegar al collado. Este
último tramo también es de hielo a unos 50 grados pero hay unos escalones hechos de los días pasados. Con una buena capa de nieve todo hubiese sido todo más fácil pero hemos venido en una época del año demasiado tardía. Una vez arriba echo la vista atrás: está amaneciendo. Después de este ejercicio de supervivencia, me siento más vivo que nunca.
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Amanece sobre el Mont Maudit
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Sé que a partir de aquí la ruta es mucho más sencilla técnicamente. Tan sólo el cansancio acumulado y la altitud pueden ser un obstáculo. El camino desciende ligeramente hasta el Col de la Brenva, donde nos paramos a abrigarnos más: a pesar de haber salido el Sol, el viento ha empezado a soplar y tenemos que echar mano del abrigo de plumas. También necesito comer algo: un par de plátanos casi congelados. Nos queda el último esfuerzo, una larga y penosa subida hasta la cima. La cual no se divisa pues la inclinación decrece en la parte final. Y eso desespera un poco porque se hace interminable. No sé cuanto queda, echo la vista arriba, ya tiene que quedar poco, y así a cada zig-zag. Pero estoy contento porque la aclimatación ha funcionado; los meses de entrenamiento se notan. Desde hace mucho rato sé que voy a llegar. No tengo dudas como la otra vez. Sólo es cuestión de tiempo. Un poco más. Estamos por encima de 4500m y cuesta respirar (me recuerda a cuando tengo alergia y los pulmones se bloquean). Inspiro con todas mis fuerzas, el aire no entra.
En una de estas, una vez más hecho la vista arriba y veo las cabezas de gente asomando: paradas, de perfil, de cara. Está claro que no suben por lo que deduzco que ¡estamos en la cima del Montblanc! Una vez más lo hemos hecho. Pedro mira su reloj: son las 08:30 y hemos tardado seis horas y media. En estos momentos me invade una alegría especial. Llevaba muchos meses (¿años?) queriendo hacer esto y ahora estoy aquí arriba, después de haber pensado tanto en ello, de haberme imaginado tantas veces como sería este momento, después de tanta preparación, de tanto esfuerzo...
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Alpinistas llegando a la cima por la ruta de Goûter
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En la cima, Descansamos un poco, sentados al abrigo del viento. Llamo a Rakel (esta vez encuentro cobertura en la cima) para tranquilizarla y comemos algo. Y tras la sesión de fotos emprendemos el camino de bajada por la ruta de Goûter. Sin más complicación que una fuerte e incómoda ventisca que se levanta por toda la arista y que dificulta bastante la subida a los que aún llegan. Pasamos ya el refugio Vallot y puedo mirar atrás y ver, por fin,
parte de la ruta que hemos hecho de subida. Continuando con la bajada, pronto veo que el refugio de Goûter tiene una nueva edificación algo futurista situada un poco más arriba del antiguo. Podrá albergar muchas más personas. Hay un helicóptero que no deja de hacer pasadas alrededor filmando. Debe ser para algún reportaje. El antiguo refugio creo que quedará como refugio de invierno (no guardado).
Queremos bajar hasta abajo de un tirón pues mañana por la mañana sale nuestro avión de vuelta. Eso supone bajar hasta la estación de tren de Nid d'Aigle a 2372m. Pero nos hemos enterado que el tren no está llegando hasta tan arriba por las obras de estabilización del glaciar de Tête Rousse. Tendremos que bajar hasta la parada de Mont Lachat a 2074m (entre la de Bellevue y Nid d'Aigle). Vamos a tener que bajar un desnivel de ¡2700m! Todo un rompe piernas después de la que llevamos hoy pero no queda otra.
La bajada por la arista del grand couloir se hace lenta pues hay mucha gente en ambos sentidos. Pero no hay prácticamente hielo. El Sol da de lleno y bajan las rocas constantemente así que cruzamos a todo correr el corredor. Una vez a salvo, una coca-cola para celebrar en el refugio de Tête Rousse. El resto del camino no tiene mucho interés. Está prohibido caminar por la vía del tren a pesar de que no circule así que tomamos un sendero en dirección al Mont Lachat que baja hasta la estación del mismo nombre donde por fin cogemos el tren de vuelta.
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Gente subiendo y bajando por el grand couloir
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Dicen que uno no es alpinista hasta que no sube al Montblanc por la ruta
des trois monts. El resto de las fotos están en
este enlace. ¿Qué se necesita para esta ruta? Muy buena forma física, aclimatación a la altura y experiencia en alta montaña son imprescindibles. Es una ascensión dura y extenuante. Es muy popular y todos los años hay accidentes. Para mí, lo vuelvo a decir, hay demasiada gente. Ni lo intentes si el tiempo no es estable. El grado de dificultad depende de a quién le preguntes. Yo creo que la ruta es en general PD o PD+ pero pienso que el tramo último hasta llegar al Col du Mont Maudit es AD (en las condiciones de hielo que lo encontramos nosotros). A parte de todo el material habitual yo recomendaría un par de piolets técnicos para superar ese tramo. Aunque he visto a los guías subir con tan sólo uno de travesía. Según el nivel de cada uno...
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