Está haciendo un frío que pela pero aún así aprovechamos los fines de semana para visitar todo lo que podemos de Japón. Es un país muy largo y en un fin de semana no se puede llegar muy lejos. Lugares como Hokkaido o Hiroshima están a miles de kilómetros. Así que, de momento, nuestro radio de acción es de unas tres o cuatro horas en coche, no más.
Uno de los últimos descubrimientos ha sido la ciudad de Kanazawa, en la costa Oeste. En ella está el que se dice el jardín más bello de Japón, Kenroku-en. Visitar un jardín en invierno puede parecer poco interesante, pero la cantidad de nieve que está cayendo estos días en todo Japón le ha dado al jardín un aspecto que ningún turista ve habitualmente. Si a ello le sumamos que fuimos a visitarloel único fin uno de los dos fines de semana del año que está iluminado por la noche, la ocasión se convirtió en única.
Habitualmente, en Japón no dejan entrar con trípode a los recintos turísticos, más que nada para no entorpecer el paso, pero está vez pude llevármelo y tomar fotos de noche.
El fin de semana en Kanazawa se puede completar visitando Naga-machi, el antiguo barrio residencial de los samurais y Higashichaya-gai, el barrio de las geishas. Todo está más o menos a mano aunque a pie hay que caminar un poco. Pero merece la pena porque perdiéndose por las calles se descubren otros lugares interesantes como por ejemplo el mercado Omicho.
¿Qué y dónde comer? En Japón es fácil. Hay comida por todos sitios. A la entrada de Kenroku-en(兼六園) hay varias tiendas de souvernirs alineadas. En cualquiera de ellas sirven deliciosos y baratos (900YEN) udon, soba o donburi. En el mercado de Omicho hay varios bares de pescado y marisco fresco. Un bol de arroz con cangrejo y gambas en tempura sale por unos 1500YEN. Eso sí, hay que perder la vergüenza y tratar de hablar japonés, aunque sea muy básico, siempre es mejor que el inglés. El inglés puede que sirva en Tokyo o incluso Kyoto pero en el resto de Japón es más bien inútil. Las gentes de Japón fuera de las grandes urbes no están acostumbradas a ver extranjeros y menos en invierno. Así que siempre te reciben con mucha amabilidad y curiosidad.
El lugar que elegimos para quedarnos fue Pongyi. Un hostal pequeño en una antigua tienda de kimonos cerca de la estación de tren. La palabra hostal puede resultar engañosa pues no hace justicia a un lugar tan acogedor y bien ambientado. El señor Masaki Yokokawa lo regenta desde hace algo más de un año. El hombre fue súper amable y encantador. El patrón se repite bastante: japonés que de joven viaja y vive en varios lugares del mundo y que una vez vuelve a Japón decide montar un pequeño hostal para mantener el contacto con extranjeros. Habla buen inglés y algo de otros idiomas.
A pesar de ser temporada baja, la oficina de turismo estaba abierta y, aunque no preguntamos nada, enseguida salieron a la calle a darnos un cuestionario de satisfacción y un mapa de la ciudad en español. Kanazawa ha sido definitivamente una sorpresa. Ya queremos volver en primavera, cuando florezcan los árboles.
Castillo de Kanazawa
Uno de los últimos descubrimientos ha sido la ciudad de Kanazawa, en la costa Oeste. En ella está el que se dice el jardín más bello de Japón, Kenroku-en. Visitar un jardín en invierno puede parecer poco interesante, pero la cantidad de nieve que está cayendo estos días en todo Japón le ha dado al jardín un aspecto que ningún turista ve habitualmente. Si a ello le sumamos que fuimos a visitarlo
Habitualmente, en Japón no dejan entrar con trípode a los recintos turísticos, más que nada para no entorpecer el paso, pero está vez pude llevármelo y tomar fotos de noche.
El fin de semana en Kanazawa se puede completar visitando Naga-machi, el antiguo barrio residencial de los samurais y Higashichaya-gai, el barrio de las geishas. Todo está más o menos a mano aunque a pie hay que caminar un poco. Pero merece la pena porque perdiéndose por las calles se descubren otros lugares interesantes como por ejemplo el mercado Omicho.
¿Qué y dónde comer? En Japón es fácil. Hay comida por todos sitios. A la entrada de Kenroku-en(兼六園) hay varias tiendas de souvernirs alineadas. En cualquiera de ellas sirven deliciosos y baratos (900YEN) udon, soba o donburi. En el mercado de Omicho hay varios bares de pescado y marisco fresco. Un bol de arroz con cangrejo y gambas en tempura sale por unos 1500YEN. Eso sí, hay que perder la vergüenza y tratar de hablar japonés, aunque sea muy básico, siempre es mejor que el inglés. El inglés puede que sirva en Tokyo o incluso Kyoto pero en el resto de Japón es más bien inútil. Las gentes de Japón fuera de las grandes urbes no están acostumbradas a ver extranjeros y menos en invierno. Así que siempre te reciben con mucha amabilidad y curiosidad.
El lugar que elegimos para quedarnos fue Pongyi. Un hostal pequeño en una antigua tienda de kimonos cerca de la estación de tren. La palabra hostal puede resultar engañosa pues no hace justicia a un lugar tan acogedor y bien ambientado. El señor Masaki Yokokawa lo regenta desde hace algo más de un año. El hombre fue súper amable y encantador. El patrón se repite bastante: japonés que de joven viaja y vive en varios lugares del mundo y que una vez vuelve a Japón decide montar un pequeño hostal para mantener el contacto con extranjeros. Habla buen inglés y algo de otros idiomas.
A pesar de ser temporada baja, la oficina de turismo estaba abierta y, aunque no preguntamos nada, enseguida salieron a la calle a darnos un cuestionario de satisfacción y un mapa de la ciudad en español. Kanazawa ha sido definitivamente una sorpresa. Ya queremos volver en primavera, cuando florezcan los árboles.
Castillo de Kanazawa
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