Después del susto del terremoto, del tsunami y de las posteriores réplicas es hora de que las cosas vuelvan a la normalidad. Por suerte para nosotros, pero no para el montón de personas que han muerto o han perdido sus casas. Eso sin hablar de la central nuclear de Fukushima, problema no resuelto a día de hoy.
Para alejarnos un poco más del problema, el fin de semana pasado nos fuimos un poco más al Sur de aquí. A visitar la ciudad de Nara. Unas tres horas de coche desde casa, aunque algo más si incluimos el atasco debido a la gran cantidad de japoneses que huían de Tokio.
Hemos estado ya tres veces en Kyoto y Nara queda tan solo a media hora, pero nunca nos habíamos acercado. Ocurre que cuando uno planea ir a Kyoto y luego a Nara, una vez en Kyoto no quiere marcharse y se quiere quedar recorriendo sus calles, perdido, para siempre. Kyoto se merecería un blog entero así que ya hablaremos más adelante, con más reflexión (y así no desvelo nada a los futuros visitantes).
Nara fue capital de Japón, mucho antes de que lo fuese Tokio. Estaba destinada a ser la primera capital estable del imperio ya que antes se tenía por costumbre cambiar de capital con cada cambio de emperador. Pero lo fue de un modo efímero, tan solo durante 75 años. Fue en Nara donde arraigó por primera vez el budismo y fue a partir de aquí donde comenzó a mezclarse con el sintoismo existente y a extenderse por el resto de Japón. Se dice que uno de los monjes quiso conquistar a la emperatriz razón por la que se decidió trasladar la capital a Kyoto.
Para visitar Nara lo mejor es irse al centro y pasear. Casi todo queda a mano y está alrededor del gran parque (Nara Koen o Nara Park) en el que se puede dar de comer a los ciervos. ¿Qué se puede ver? Pues casi todo templos (budistas) y jardines. Entre ellos el Tōdai-ji (東大寺) que alberga un Buda de madera de dimensiones impresionantes. El templo, es la construcción de madera más grande del mundo. Para descansar de los templos, la calle Sanjo Dori y galerías adyacentes que va desde el parque hacia la estación de tren.
¿Dónde quedarse? Pues la verdad es que no nos quedamos en el centro de Nara sino en las afueras. Pero mereció la pena. Ghesthouse Yougendo está regentada por un inglés de York y su mujer japonesa. La casa, que tiene más de 100 años pertenece a la familia de ella. El crujir de la madera, la suavidad del tatami, el patio con su farol de piedra, las puertas correderas de papel y las sombras que se proyectan en él cuando alguien cruza el pasillo de noche no tienen precio. Pero es que encima tiene un pequeño pub en el que sirve Guiness y jamón serrano (la pata cuelga del techo) entre otras delicias europeas. Viene bien un poco de restauración occidental tras tantos meses de pescado y arroz. Para hacerlo redondo, pillamos una oferta, sin saberlo, y la habitación nos costó a mitad de precio.
Para alejarnos un poco más del problema, el fin de semana pasado nos fuimos un poco más al Sur de aquí. A visitar la ciudad de Nara. Unas tres horas de coche desde casa, aunque algo más si incluimos el atasco debido a la gran cantidad de japoneses que huían de Tokio.
Hemos estado ya tres veces en Kyoto y Nara queda tan solo a media hora, pero nunca nos habíamos acercado. Ocurre que cuando uno planea ir a Kyoto y luego a Nara, una vez en Kyoto no quiere marcharse y se quiere quedar recorriendo sus calles, perdido, para siempre. Kyoto se merecería un blog entero así que ya hablaremos más adelante, con más reflexión (y así no desvelo nada a los futuros visitantes).
Nara fue capital de Japón, mucho antes de que lo fuese Tokio. Estaba destinada a ser la primera capital estable del imperio ya que antes se tenía por costumbre cambiar de capital con cada cambio de emperador. Pero lo fue de un modo efímero, tan solo durante 75 años. Fue en Nara donde arraigó por primera vez el budismo y fue a partir de aquí donde comenzó a mezclarse con el sintoismo existente y a extenderse por el resto de Japón. Se dice que uno de los monjes quiso conquistar a la emperatriz razón por la que se decidió trasladar la capital a Kyoto.
Para visitar Nara lo mejor es irse al centro y pasear. Casi todo queda a mano y está alrededor del gran parque (Nara Koen o Nara Park) en el que se puede dar de comer a los ciervos. ¿Qué se puede ver? Pues casi todo templos (budistas) y jardines. Entre ellos el Tōdai-ji (東大寺) que alberga un Buda de madera de dimensiones impresionantes. El templo, es la construcción de madera más grande del mundo. Para descansar de los templos, la calle Sanjo Dori y galerías adyacentes que va desde el parque hacia la estación de tren.
¿Dónde quedarse? Pues la verdad es que no nos quedamos en el centro de Nara sino en las afueras. Pero mereció la pena. Ghesthouse Yougendo está regentada por un inglés de York y su mujer japonesa. La casa, que tiene más de 100 años pertenece a la familia de ella. El crujir de la madera, la suavidad del tatami, el patio con su farol de piedra, las puertas correderas de papel y las sombras que se proyectan en él cuando alguien cruza el pasillo de noche no tienen precio. Pero es que encima tiene un pequeño pub en el que sirve Guiness y jamón serrano (la pata cuelga del techo) entre otras delicias europeas. Viene bien un poco de restauración occidental tras tantos meses de pescado y arroz. Para hacerlo redondo, pillamos una oferta, sin saberlo, y la habitación nos costó a mitad de precio.
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