23 oct 2004

Los placeres de la pobreza

La gente con la que trabajo se soprende de que les diga que yo no estoy aquí para hacer dinero. Aquí echan todas las horas que pueden, trabajan sábados y domingos encantados. Quieren hacer más dinero. Yo no quiero más dinero. Yo no quiero ser rico. Yo no quiero una casa con jardín y perro, quiero un sitio donde poder descansar. Yo no quiero un Mercedes o un BMW, quiero un coche que me lleve. Yo no quiero irme de crucero, quiero viajar. Yo no quiero joyas ni relojes de oro, sólo uno que marque la hora. Yo no quiero comprarte, quiero que quieras venir conmigo.

Porque soy feliz así. Tuve la suerte de nacer en la cara buena del mundo y no tengo derecho a quejarme de nada. No he pasado hambre ni sed, ni guerras, ni miedo. Y he nacido libre. De pequeño me enseñaron a ser humilde y todavía sigo intentando aprenderlo.

La mejor compañía o la más insoportable, la mejor conversación o la más aburrida, el mejor lugar o el más desagradable, la mayor ilusión o la peor de las penas, el mejor momento o el día que quisieras no haber nacido, la risa más grande o el llanto más desesperado. Eso es lo que quiero. Sentir que estoy vivo.

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