En la empresa Botas Manolo S.A., el empleado Gutiérrez, que trabajaba en las Oficinas Centrales pero que ha sido trasladado a una de sus fábricas situada en las provincias, necesita, para su trabajo diario, un programa informático para planificar la producción de botas de cada temporada. Gutiérrez, se dirige al departamento de informática de la fábrica donde está destinado para que le instalen el programa. Rellena el formulario correspondiente, consigue la autorización de sus jefes y entrega el formulario. La respuesta que consigue de tal departamento es que él tiene una computadora que pertenece a las Oficinas Centrales y ellos sólo pueden, y están autorizados, a dar soporte a los empleados que tengan computadoras de la fábrica. No hay problema, en el fondo parece razonable, se dice Gutiérrez. Así que decide dirigirse por correo electrónico al departamento de informática de las Oficinas Centrales, de donde él proviene. Allí le informan que no es posible instalar ningún software si su computadora no se encuentra físicamente en las Oficinas Centrales. Decepcionado por la situación, Gutiérrez se siente en medio de la nada. Ni le pueden ayudar en el sitio donde está, ni del sitio del que viene.
Días más tarde, una nueva esperanza vuelve a abrir la posibilidad de poder planificar la producción de botas con el programa informático. Su jefe le anuncia que la semana próxima debe viajar a las Oficinas Centrales para asistir a un curso. La ocasión no podría ser mejor. Gutiérrez podrá llevar su computadora portátil consigo y dejarla en el departamento de informática para que le instalen el software mientras él asiste al curso. Ilusionado por la idea, se pone en contacto con el departamento de informática de las Oficinas Centrales para informarles de cuándo irá para allá y preguntar cómo debe proceder. La persona que responde está vez no parece ser la misma, pues la respuesta que obtiene es contraria a lo que le dijeron la última vez. Esta vez le dicen a Gutiérrez que no necesita llevar su computadora consigo, ya que existe un procedimiento estándar para instalar programas en las computadoras de los empleados sin necesidad de que se desplacen. Simplemente deberá rellenar un formulario online y una vez la petición sea autorizada, el programa estará listo para su instalación tan pronto como conecte su computadora a la red informática de la empresa. Gutiérrez resignado, rellena el formulario online como buenamente puede, pues en uno de los campos obligatorios se le pide el nombre de su jefe, el cuál tiene que seleccionar de una lista desplegable, en la que ni aparece su jefe, ni el jefe de su jefe, ni siquiera el jefe del jefe de su jefe. Gutiérrez ocupa un cargo intermedio dentro del escalafón así que no considera apropiado poner el nombre del vice-presidente de la compañía, en el campo destinado a su jefe en el formulario.
Tras varios intentos fallidos, finalmente consigue enviar el formulario y la petición es aprobada. Enseguida recibe un mensaje de esos automáticos (a los que nunca hay que responder) diciendo que su petición está siendo procesada y que en breve recibirá una notificación para instalar el software. Gutiérrez sonríe. Por fin las cosas están saliendo bien. Y así es, al día siguiente recibe la notificación: "Su software está listo para instalarse...". Pero ahí termina su buena suerte, pues cuando intenta ejecutar el programa de instalación, éste falla, anunciándole que los archivos no están disponibles. Lo intenta varias veces durante varios días y nada. Desolado, vuelve a contactar con el departamento de informática de las Oficinas Centrales para contarles el problema y pedirles ayuda. Como la empresa Botas Manolo S.A. obtuvo numerosos beneficios durante los últimos años, se pudieron permitir mejorar su red informática hasta el punto de disponer de un sistema de acceso remoto. El técnico del departamento de informática le indica a Gutiérrez que va a tomar el control de su computadora por unos instantes para hacer unas verificaciones y averiguar por qué no funciona el programa de instalación. Gutiérrez espera impaciente delante de la pantalla pero no ocurre nada. El técnico, al otro lado del teléfono dice que no sabe por qué pero no puede tomar el control de su computadora. Y desiste en su intento. Le propone un nuevo método: se le ha ocurrido, que puede mandar a Gutiérrez el archivo que solucionará el problema. El archivo no es de gran tamaño así que se lo puede enviar por correo electrónico y Gutiérrez lo podrá ejecutar directamente en su computadora. El técnico envía el e-mail pero lo que recibe Gutiérrez es un correo vacío, sin ningún archivo adjunto. Tan sólo un texto a modo de firma con el nombre del técnico y el número de teléfono del departamento de informática de las Oficinas Centrales. Seguramente, el técnico olvidó adjuntar el archivo. Es un error más común de lo que parece. Pero no, el técnico, siempre al otro lado del teléfono, vuelve a enviar el correo electrónico y éste vuelve a llegar vacío. En seguida se apresura a explicarle a Gutiérrez que otra se las mejoras que introdujeron en su red informática junto a la del acceso remoto, fue la de un filtro de correo que bloquea el envío de archivos adjuntos ejecutables y es por esto por lo que Gutiérrez no lo puede recibir. El inocente de Gutiérrez le sugiere al técnico que quizás cambiando la extensión del archivo puedan engañar al filtro. El técnico, al que no le gusta que le digan cómo tiene que hacer su trabajo, ni siquiera lo intenta. Gutiérrez cuelga el teléfono, una vez más, desesperado.
continuará...
Días más tarde, una nueva esperanza vuelve a abrir la posibilidad de poder planificar la producción de botas con el programa informático. Su jefe le anuncia que la semana próxima debe viajar a las Oficinas Centrales para asistir a un curso. La ocasión no podría ser mejor. Gutiérrez podrá llevar su computadora portátil consigo y dejarla en el departamento de informática para que le instalen el software mientras él asiste al curso. Ilusionado por la idea, se pone en contacto con el departamento de informática de las Oficinas Centrales para informarles de cuándo irá para allá y preguntar cómo debe proceder. La persona que responde está vez no parece ser la misma, pues la respuesta que obtiene es contraria a lo que le dijeron la última vez. Esta vez le dicen a Gutiérrez que no necesita llevar su computadora consigo, ya que existe un procedimiento estándar para instalar programas en las computadoras de los empleados sin necesidad de que se desplacen. Simplemente deberá rellenar un formulario online y una vez la petición sea autorizada, el programa estará listo para su instalación tan pronto como conecte su computadora a la red informática de la empresa. Gutiérrez resignado, rellena el formulario online como buenamente puede, pues en uno de los campos obligatorios se le pide el nombre de su jefe, el cuál tiene que seleccionar de una lista desplegable, en la que ni aparece su jefe, ni el jefe de su jefe, ni siquiera el jefe del jefe de su jefe. Gutiérrez ocupa un cargo intermedio dentro del escalafón así que no considera apropiado poner el nombre del vice-presidente de la compañía, en el campo destinado a su jefe en el formulario.
Tras varios intentos fallidos, finalmente consigue enviar el formulario y la petición es aprobada. Enseguida recibe un mensaje de esos automáticos (a los que nunca hay que responder) diciendo que su petición está siendo procesada y que en breve recibirá una notificación para instalar el software. Gutiérrez sonríe. Por fin las cosas están saliendo bien. Y así es, al día siguiente recibe la notificación: "Su software está listo para instalarse...". Pero ahí termina su buena suerte, pues cuando intenta ejecutar el programa de instalación, éste falla, anunciándole que los archivos no están disponibles. Lo intenta varias veces durante varios días y nada. Desolado, vuelve a contactar con el departamento de informática de las Oficinas Centrales para contarles el problema y pedirles ayuda. Como la empresa Botas Manolo S.A. obtuvo numerosos beneficios durante los últimos años, se pudieron permitir mejorar su red informática hasta el punto de disponer de un sistema de acceso remoto. El técnico del departamento de informática le indica a Gutiérrez que va a tomar el control de su computadora por unos instantes para hacer unas verificaciones y averiguar por qué no funciona el programa de instalación. Gutiérrez espera impaciente delante de la pantalla pero no ocurre nada. El técnico, al otro lado del teléfono dice que no sabe por qué pero no puede tomar el control de su computadora. Y desiste en su intento. Le propone un nuevo método: se le ha ocurrido, que puede mandar a Gutiérrez el archivo que solucionará el problema. El archivo no es de gran tamaño así que se lo puede enviar por correo electrónico y Gutiérrez lo podrá ejecutar directamente en su computadora. El técnico envía el e-mail pero lo que recibe Gutiérrez es un correo vacío, sin ningún archivo adjunto. Tan sólo un texto a modo de firma con el nombre del técnico y el número de teléfono del departamento de informática de las Oficinas Centrales. Seguramente, el técnico olvidó adjuntar el archivo. Es un error más común de lo que parece. Pero no, el técnico, siempre al otro lado del teléfono, vuelve a enviar el correo electrónico y éste vuelve a llegar vacío. En seguida se apresura a explicarle a Gutiérrez que otra se las mejoras que introdujeron en su red informática junto a la del acceso remoto, fue la de un filtro de correo que bloquea el envío de archivos adjuntos ejecutables y es por esto por lo que Gutiérrez no lo puede recibir. El inocente de Gutiérrez le sugiere al técnico que quizás cambiando la extensión del archivo puedan engañar al filtro. El técnico, al que no le gusta que le digan cómo tiene que hacer su trabajo, ni siquiera lo intenta. Gutiérrez cuelga el teléfono, una vez más, desesperado.
continuará...