Leer anterior: 08.Invitados de lujo
Viernes 19 de Diciembre de 2008
Henna para todos
Una vez que todos los familiares de un lado han acabado con su correspondiente novio, las filas se intercambian y se repite el proceso con el otro. Cuando el último de los invitados ha pasado por las dos colas y los novios acaban hartos de sostener las hojas llenas de henna, se pasa a la entrega de las joyas. Los padres de él le hacen entrega a ella, de las joyas de la familia, las cuales llevará puestas el día de la boda. Montones de collares y pulseras de oro que supongo van pasando de generación en generación. También hay entrega de joyas para el novio, pero algo más sencillo, como sortijas y algunos anillos que los familiares le colocan en los dedos de los pies. En ese momento le protestamos: nos dijo que en la ceremonia no se hacían regalos de ningún tipo pero, parece que aquí, cada grupo de invitados le hace entrega de alguna joya o alhaja. Creemos que nos engañó para que no nos gastásemos dinero. Él insiste en que sólo los familiares hacen ese tipo de obsequios y no los amigos. Nosotros no conocemos las costumbres así que nos nos queda más que aceptar.
Y aprovechándose de que no conocemos como sigue el ritual, los parientes jóvenes nos indican que ahora es tradición que los amigos de los novios comiencen el baile (¿?). No es por ser descortés pero yo diría que nos quieren tomar el pelo. En fin, no vamos a llevarles la contraria. Bailemos pues. Se crea una especie de pista de baile y ahora sí, suena música de bollywood. Dos japoneses, una turca, tres españoles y un inglés son una vez más, el centro de todas las miradas. Esta es la parte que más odio de las bodas, de las indias también. Pero qué se le va a hacer...
Una vez hecho el payaso un rato es a los novios a quienes les toca bailar. Se hace un gran corro, se apagan las luces. Suena una canción lenta típica de bollywood, en la que canta una pareja. Se supone que ellos tienen que hacer los pasos y cantar como en el videoclip de la canción. Yo no la he oído antes pero parece que todos se la saben. Sampath, el tío con más desparpajo y cachondeo que conozco, decide ahora volverse el más tímido del mundo. Rashmi le intenta animar un poco pero parece que su soltura ha desaparecido. Cuando pienso en las cosas que le he visto hacer... y ahora se dedica a moverse por la pista acompañando a Rashmi que canta con energía la parte de la chica. La canción termina y su apuro también. Ahora la música sigue sonando para el que quiera. Y para el que no, quedan dos opciones: la por todos conocida "irse a la barra a tomarse algo", como cerveza y unas patatas fritas y la menos conocida "tatuarse con henna".
Durante todo este tiempo desde que llegamos a la ceremonia he estado viendo a unas muchachas sentadas a los lados de la sala que preparan algo. Visten los típicos saris de variados colores; están medio recostadas en unos cojines sobre colchones que hay en el suelo. No les había prestado atención pero ahora sé que preparaban la henna y los cucuruchos para aplicarla, hechos con algo parecido a papel plateado de envolver regalos.
Por fin ha aparecido Andrés, que vuelve del aeropuerto con su maleta. Se ha perdido la mitad de la fiesta pero ha llegado a tiempo para que nos tomemos algo. Las mujeres ya hacen cola para tatuarse mientras los hombres se arremolinan en la barra para pedir. Yo ya le he dicho a Sampath que quiero que me pinten algo a mi también. Se ve que es una cosa más de mujeres; de hecho, entre los hombres es solamente el novio el que se tatúa. Pero da igual, a fin de cuentas somos guiris y nos parece muy divertido. Así que después de una Kingfisher y unas patatas fritas me toca mi turno. La chica que me va a hacer el tatuaje se queda un poco asombrada al verme. Calculo que no tendrá más de dieciséis años y le da vergüenza tener que hacerle un tatuaje a un occidental. No se atreve a mirarme. Me coge la mano dejando la palma hacia arriba. La suya es oscura, con dedos muy finos. Está fría. Con una facilidad pasmosa va dibujando filigranas. Estoy alucinando. Pero enseguida termina el diseño. Yo le digo que pinte más, que lo haga más grande. Ella se excusa diciendo que no, que en un chico no quedan bien los dibujos muy grandes y me suelta la mano. Yo me siento como un niño al que le acaban de pintar la cara en carnaval. No hago más que mirarme la palma de la mano. Ahora no me puedo quitar la henna hasta dentro de dos horas para dejar que penetre en la piel.
Poco a poco pasamos todos por el tatuaje de henna. De hecho, Kazuna es la única que no quiere hacérselo. En Japón la piel blanca y lisa es un símbolo de belleza y salud (al contrario que en occidente donde la gente toma rayos UVA) y ella tiene miedo de que le quede alguna mancha. Al final la convencemos y accede a que le dibujen una bonita cenefa en el antebrazo.
Y como en todo convite que se precie, llega la comida. A diferencia de una ceremonia occidental donde la gente suele sentarse a la mesa, aquí han puesto una barra, siempre sin cambiar de sala, en la que te sirves tú la comida. Todo, absolutamente todo, tiene una pinta buenísima. Hay diferentes tipos de currys, rojo, verde, amarillo, pollo, cordero, arroz y pan naan. También hay pescado frito y Rakel y yo nos servimos un poco en unos grandes platos llanos, parecidos a una bandeja. Tenemos que hacer equipo ya que ambos tenemos sólo una mano disponible porque la otra tiene la palma embadurnada de henna. El pesado está buenísimo. Como todo aquí, está muy especiado y picante. Recuerdo la primera vez que Sampath me invitó a comer curry en su casa. Preparó uno super-suave, el más suave que él sabía hacer sólo porque venía yo, me dijo. Y aún así acabé con la boca anestesiada. Ahora ya, a fuerza de visitas a su casa, he aprendido a apreciar los distintos sabores y matices de las especias que se escondían detrás del sabor picante.
Las abuelas siguen sentadas, charlando y comiendo. Comen con las manos, como se come en la India, sin utilizar el índice, que se considera impuro (no carece de sentido). Yo lo intento pero se me cae todo el arroz y me pringo hasta el sobaco. No es fácil. Todos los familiares e invitados están siendo muy atentos con nosotros. Se interesan por nuestras nacionalidades y nos explican los ingredientes de cada plato. Yo he comido más que suficiente pero llega algún tío del novio o de la novia y nos echa más helado.
La noche sigue con más baile y canciones de bollywood. Nosotros estamos muy propios con nuestro dibujo de henna sobre las palmas de las manos. Pero Rashmi, lleva un buen rato sentada en una de las camas mientras dos chicas, una a cada lado, le dibujan filigranas y cenefas en las piernas. Por lo visto, a la novia, se le tatúan las extremidades en esta noche previa como adorno para el día de la boda. Cuando acaban con las piernas siguen con las manos y los brazos. Es todo un trabajo de artesanía. Todos nos acercamos a contemplar la obra de arte. Ahora tiene que bailar, pero con cuidado. Si se roza las piernas o los brazos emborronará el dibujo y le quedará un manchurrón oscuro en la piel.
A eso de la una de la mañana la fiesta termina. Por lo visto, como los atentados están recientes, hay implantado una especie de "toque de queda" tras el cual todas las ceremonias y fiestas deben terminar. Nos vamos a casa de nuevo en nuestro taxi con chófer, que ha estado esperando todo el rato fuera con su compañero. El barro verde que había en mi mano ahora se ha convertido en una tierra seca. Señal de que ya la puedo quitar. En Bombay la noche siempre es oscura pero puedo ver cómo el dibujo ha quedado marcado en la piel. Me doy cuenta también de que estoy rendido.
Henna para todos
Una vez que todos los familiares de un lado han acabado con su correspondiente novio, las filas se intercambian y se repite el proceso con el otro. Cuando el último de los invitados ha pasado por las dos colas y los novios acaban hartos de sostener las hojas llenas de henna, se pasa a la entrega de las joyas. Los padres de él le hacen entrega a ella, de las joyas de la familia, las cuales llevará puestas el día de la boda. Montones de collares y pulseras de oro que supongo van pasando de generación en generación. También hay entrega de joyas para el novio, pero algo más sencillo, como sortijas y algunos anillos que los familiares le colocan en los dedos de los pies. En ese momento le protestamos: nos dijo que en la ceremonia no se hacían regalos de ningún tipo pero, parece que aquí, cada grupo de invitados le hace entrega de alguna joya o alhaja. Creemos que nos engañó para que no nos gastásemos dinero. Él insiste en que sólo los familiares hacen ese tipo de obsequios y no los amigos. Nosotros no conocemos las costumbres así que nos nos queda más que aceptar.
Y aprovechándose de que no conocemos como sigue el ritual, los parientes jóvenes nos indican que ahora es tradición que los amigos de los novios comiencen el baile (¿?). No es por ser descortés pero yo diría que nos quieren tomar el pelo. En fin, no vamos a llevarles la contraria. Bailemos pues. Se crea una especie de pista de baile y ahora sí, suena música de bollywood. Dos japoneses, una turca, tres españoles y un inglés son una vez más, el centro de todas las miradas. Esta es la parte que más odio de las bodas, de las indias también. Pero qué se le va a hacer...
Una vez hecho el payaso un rato es a los novios a quienes les toca bailar. Se hace un gran corro, se apagan las luces. Suena una canción lenta típica de bollywood, en la que canta una pareja. Se supone que ellos tienen que hacer los pasos y cantar como en el videoclip de la canción. Yo no la he oído antes pero parece que todos se la saben. Sampath, el tío con más desparpajo y cachondeo que conozco, decide ahora volverse el más tímido del mundo. Rashmi le intenta animar un poco pero parece que su soltura ha desaparecido. Cuando pienso en las cosas que le he visto hacer... y ahora se dedica a moverse por la pista acompañando a Rashmi que canta con energía la parte de la chica. La canción termina y su apuro también. Ahora la música sigue sonando para el que quiera. Y para el que no, quedan dos opciones: la por todos conocida "irse a la barra a tomarse algo", como cerveza y unas patatas fritas y la menos conocida "tatuarse con henna".
Durante todo este tiempo desde que llegamos a la ceremonia he estado viendo a unas muchachas sentadas a los lados de la sala que preparan algo. Visten los típicos saris de variados colores; están medio recostadas en unos cojines sobre colchones que hay en el suelo. No les había prestado atención pero ahora sé que preparaban la henna y los cucuruchos para aplicarla, hechos con algo parecido a papel plateado de envolver regalos.
Por fin ha aparecido Andrés, que vuelve del aeropuerto con su maleta. Se ha perdido la mitad de la fiesta pero ha llegado a tiempo para que nos tomemos algo. Las mujeres ya hacen cola para tatuarse mientras los hombres se arremolinan en la barra para pedir. Yo ya le he dicho a Sampath que quiero que me pinten algo a mi también. Se ve que es una cosa más de mujeres; de hecho, entre los hombres es solamente el novio el que se tatúa. Pero da igual, a fin de cuentas somos guiris y nos parece muy divertido. Así que después de una Kingfisher y unas patatas fritas me toca mi turno. La chica que me va a hacer el tatuaje se queda un poco asombrada al verme. Calculo que no tendrá más de dieciséis años y le da vergüenza tener que hacerle un tatuaje a un occidental. No se atreve a mirarme. Me coge la mano dejando la palma hacia arriba. La suya es oscura, con dedos muy finos. Está fría. Con una facilidad pasmosa va dibujando filigranas. Estoy alucinando. Pero enseguida termina el diseño. Yo le digo que pinte más, que lo haga más grande. Ella se excusa diciendo que no, que en un chico no quedan bien los dibujos muy grandes y me suelta la mano. Yo me siento como un niño al que le acaban de pintar la cara en carnaval. No hago más que mirarme la palma de la mano. Ahora no me puedo quitar la henna hasta dentro de dos horas para dejar que penetre en la piel.
Poco a poco pasamos todos por el tatuaje de henna. De hecho, Kazuna es la única que no quiere hacérselo. En Japón la piel blanca y lisa es un símbolo de belleza y salud (al contrario que en occidente donde la gente toma rayos UVA) y ella tiene miedo de que le quede alguna mancha. Al final la convencemos y accede a que le dibujen una bonita cenefa en el antebrazo.
Y como en todo convite que se precie, llega la comida. A diferencia de una ceremonia occidental donde la gente suele sentarse a la mesa, aquí han puesto una barra, siempre sin cambiar de sala, en la que te sirves tú la comida. Todo, absolutamente todo, tiene una pinta buenísima. Hay diferentes tipos de currys, rojo, verde, amarillo, pollo, cordero, arroz y pan naan. También hay pescado frito y Rakel y yo nos servimos un poco en unos grandes platos llanos, parecidos a una bandeja. Tenemos que hacer equipo ya que ambos tenemos sólo una mano disponible porque la otra tiene la palma embadurnada de henna. El pesado está buenísimo. Como todo aquí, está muy especiado y picante. Recuerdo la primera vez que Sampath me invitó a comer curry en su casa. Preparó uno super-suave, el más suave que él sabía hacer sólo porque venía yo, me dijo. Y aún así acabé con la boca anestesiada. Ahora ya, a fuerza de visitas a su casa, he aprendido a apreciar los distintos sabores y matices de las especias que se escondían detrás del sabor picante.
Las abuelas siguen sentadas, charlando y comiendo. Comen con las manos, como se come en la India, sin utilizar el índice, que se considera impuro (no carece de sentido). Yo lo intento pero se me cae todo el arroz y me pringo hasta el sobaco. No es fácil. Todos los familiares e invitados están siendo muy atentos con nosotros. Se interesan por nuestras nacionalidades y nos explican los ingredientes de cada plato. Yo he comido más que suficiente pero llega algún tío del novio o de la novia y nos echa más helado.
La noche sigue con más baile y canciones de bollywood. Nosotros estamos muy propios con nuestro dibujo de henna sobre las palmas de las manos. Pero Rashmi, lleva un buen rato sentada en una de las camas mientras dos chicas, una a cada lado, le dibujan filigranas y cenefas en las piernas. Por lo visto, a la novia, se le tatúan las extremidades en esta noche previa como adorno para el día de la boda. Cuando acaban con las piernas siguen con las manos y los brazos. Es todo un trabajo de artesanía. Todos nos acercamos a contemplar la obra de arte. Ahora tiene que bailar, pero con cuidado. Si se roza las piernas o los brazos emborronará el dibujo y le quedará un manchurrón oscuro en la piel.
A eso de la una de la mañana la fiesta termina. Por lo visto, como los atentados están recientes, hay implantado una especie de "toque de queda" tras el cual todas las ceremonias y fiestas deben terminar. Nos vamos a casa de nuevo en nuestro taxi con chófer, que ha estado esperando todo el rato fuera con su compañero. El barro verde que había en mi mano ahora se ha convertido en una tierra seca. Señal de que ya la puedo quitar. En Bombay la noche siempre es oscura pero puedo ver cómo el dibujo ha quedado marcado en la piel. Me doy cuenta también de que estoy rendido.
Leer siguiente: 10.Tour por la ciudad (I)
No hay comentarios:
Publicar un comentario